Sigo ahora con el hilo del artículo anterior titulado El mayor experimento mundial para la enseñanza virtual y la libertad. Puedes hacer click en él para leerlo.
Y los colegios se cerraron…
Y una vez que se cerraron los colegios, lo hicieron en serio y con todo el «saber» dentro. Luego nos dimos cuenta de que el «saber» también estaba fuera, de forma dispersa. Sólo había que aprender, en libertad.
Pero nos dimos cuenta de que no teníamos libertad. Pensábamos que por quedarnos en casa íbamos a ser menos independientes, pero siempre tener algo de libertad. Y frente a un Estado que todo lo planificaba, una vez en casa nos dimos cuenta de que fuimos, ciertamente, abandonados. Algunos percibieron que fueron necesarios unos «principios suficientemente definidos que pudieran orientar claramente la acción» (Hayek), pero estos principios no aparecieron.
Un Estado que se había apoderado de la vida, por completo, ahora había abandonado a la educación que hasta la saciedad había planificado, sin margen de maniobra para las familias. El Estado se fue y miles y miles de personas se quedaron sin escolarizar. Sin ordenadores, sin tecnología, en una situación como ésta, las familias habían sido abandonadas a su suerte…
Sin clases, consumiendo TIC y sin Estado
Mucha gente se encontró frente a una serie de situaciones que conviene recordar:
- El alumnado se quedó sin clases. Es un hecho. Siempre podemos afirmar que fueron las presenciales las que se acabaron. Sin embargo, lo cierto es que el panorama es difuso y confuso. Muchas familias quedaron huérfanas, desapareció el Estado (Aviso a los lectores: el Estado vendrá con más fuerza aún para terminar de rematar la faena… como diría mi amiga Cristina Martín Jiménez. Si quieres saber qué faena es ésa, es bueno leer a Cristina).
- Hubo una eclosión de las herramientas TIC en educación. En este experimento global, todo el mundo optó fundamentalmente por las mismas herramientas. Idénticas herramientas tecnológicas para los mismos propósitos: enseñanza virtual, o lo que quiera que sea esto a la luz de lo que estamos viendo.
- Pero, muchos, millones, en cada país, se quedaron sin clases, ni dentro, ni fuera. Sin medios, sin tecnología. Las autoridades, académicas o políticas, no reaccionaron a tiempo y estos niños si quedaron «sin escolarizar». Sus libros se quedaron en la escuela, esos que reciben gratuitamente en muchos casos. Muchas de sus aparentes habilidades también se quedaron en la escuela. Se quedaron sin clases y se quedaron sin ideas para seguir aprendiendo. Y eso no lo enseñó nadie. No era oportuno. Ahora les piden que fotocopien materiales, o les entregan fotocopias. Estos alumnos sin escuela, o escolarizados en casa, tienen que hacer actividades de esos libros que no tienen, tienen que trabajar. Pero el Estado desapareció… por un tiempo.
De fondo, entonces, un Estado nefasto que ha abandonado la educación de este país. Y la gran paradoja sobre este Estado: son expertos en planificación centralizada. Pero una vez llegó la pandemia, calificada así por la OMS, el Estado abandonó a su suerte a las familias y la educación de sus hijos.
Y surgió el galimatías sobre si lo mejor es aprobado general, por Comunidades o evaluación continua. Sin una idea clara sobre si esto impacta en los conocimientos o en las competencias (perdón por mencionar esta palabra maldita) y ninguna dirección sobre nada.
Rota la confianza desde hace decenas de años entre el Estado y las personas, quebrado el reconocimiento de la persona y su libertad responsable, la humanidad se convirtió en «una inmensa y perfecta guardería», en palabras de Mounier.
Hora de tomar las riendas
Algunas palabras de Mounier pueden ayudar a comprender la situación actual.
Porque es hora de tomar las riendas. Habitualmente la ciencia, o el Estado, no tiene nada que decir a favor de la libertad. Si es así, debe renunciar cada vez más a refutarla, actitud con la que vuelve a cada poco.
Es la persona quien se hace libre, después de haber elegido ser libre. En ninguna parte se encuentra la libertad dada y constituida. Nada en el mundo le asegura que ella es libre si no penetra audazmente en la experiencia de la libertad.
Si el Estado «ha desaparecido», ojo que no es lo que parece, tú debes aprovechar y tomar las riendas. Pero, cuidado que el soma está haciendo su efecto en nuestras emociones (del libro Un mundo feliz de A. Huxley, de 1932, cuya lectura hice en mi juventud y recomiendo tanto). Si se deporta la libertad, algo que se cree hoy por la desaparición de la educación institucional, piensa siempre que la libertad es la afirmación de la persona. No se ve, se vive.
La batalla de la libertad no conoce fin.
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