No siempre hay respuestas acertadas para los estudiantes, de parte de los profesores me refiero. Los docentes son profesionales, este es el carácter que se enfunda la persona del profesor. Siendo así las imperfecciones acontecen cada día. Hay quien dice que aquí las imperfecciones duelen más, son más visibles, perduran en el tiempo. Es probable que no les falte razón, pero no es menos cierto que los docentes participan de mismo carácter humano que ilumina virtudes y defectos de nuestra raza, en una secuencia de vida con tramos de coherencia y retazos de inconsistencias.
Pero el balance de una escuela, llena de misterios vitales a lo largo de los siglos es, en general, positivo. El mundo que conocemos es mejor gracias a la escuela, el mundo que imaginamos no sería mejor sin la escuela.
Atentos, por tanto, docentes de la escuela. Nuestro itinerario es tan trascendente como el de padres y madres, más allá de las materias que se convierten casi en anécdotas quedará una huella que germinará cada día en los gestores del mañana, ésos que ahora les miran a veces algo extraño en las aulas. Atentos, docentes, atentos.