Hoy más que nunca el sistema premia la complejidad, la estructura compleja, la empresa global con múltiples e intrincados departamentos que, ciertamente, deben funcionar como piezas de un reloj suizo, pero que plantean los retos de los organismos solapados.
Querido emprendedor, el sistema premia la complejidad pero la complejidad trae innumerables problemas que es preciso afrontar y resolver para no morir en el intento.
Es posible que la complejidad no sea más que el resultado del desarrollo evolutivo de las organizaciones hoy. Da miedo pensar en los gigantes del mundo de la empresa, pero éste es un miedo infundado para ti como emprendedor porque la cosa siempre comenzó cuando fuimos capaces de tener una idea y, posteriormente, adquirimos algunos materiales para comenzar la «obra». Y, fíjate, no he dicho para terminar la misma, he dicho para «empezarla».
Tenemos prisa en terminar nuestra obra, la impaciencia nos amenaza en la simplicidad que requieren las cosas. La complejidad que nos rodea es fruto del desarrollo y de la evolución, de las oportunidades y del tiempo transcurrido. Ante todo ten calma, incluso en el marco de la energía que le pones a las cosas.
¿Qué puedes hacer para lidiar con esta situación?
La complejidad existe, es una realidad, pero tu capacidad para simplificarla también. Haz simple lo complejo, es un arte de tu pensamiento, ya lo decía Einstein.
No pierdas la calma ante la realidad, obsérvala por partes, además de globalmente, descifrarás sus secretos cuando te familiarices con ella.
Cambia la perspectiva, trabaja en colaboración, ante la visión de un grupo no hay realidad que se resista.
No se trata de preocuparte por la realidad, de lo que se trata es de reflexionar sobre la misma, escudriñarla hasta sus últimas consecuencias y ponerte en marcha con optimismo, energía e ideas para hacerte con ella.