Es duro reconocer que la escuela es aburrida, pero es necesario afirmarlo para poder actuar.
Lo primero que hay que hacer para abordar esta cuestión es, como dice Ken Grover, preguntar a los alumnos. Recuerdo que Daniel Pink afirma lo mismo, luego estamos ante algo poco frecuente, por eso hay que recordarlo. Hablaremos otro día por qué se pregunta poco a los alumnos.
Grover hizo tres simples preguntas a los alumnos: 1) ¿Qué te gusta de la escuela? 2) ¿Qué no te gusta? 3) Si crearas una escuela nueva, ¿cómo sería?
La escuela es un inmenso interrogante hoy porque el viejo modelo de “escuela para la fábrica” se resiste a cambiar. De poco sirve que se dirijan voces de todo tipo a la escuela afirmando que la educación, también el aprendizaje se recibe tanto dentro como fuera de la escuela. Esto parece no entenderlo quienes diseñan a diario la educación, proponiendo contenidos y metodologías tan ineficaces como aburridos.
¿Tiene sentido repetir contenidos en la casi totalidad de las materias en la Educación Básica o Primaria hasta comprobar, como un hecho visceral, que no se ha logrado retener la inmensa cantidad de esos contenidos? ¿Cuál fue, por tanto, la verdadera utilidad del tiempo empleado?
Cierto, no obstante, que no estamos hablando ahora de la utilidad de los contenidos que se enseñan en la escuela, ni de la cara de póker que se te queda cuando recuerdas que pasaste la friolera cifra de, al menos, 18.000 horas en la escolarización obligatoria, incluyendo la pre y la postobligatoria, excluyendo el tiempo dedicado al estudio y deberes fuera del tiempo escolar, dato que heriría sensibilidades.
Lo contrario de una escuela aburrida es una escuela atractiva.
Cuesta imaginar la escuela de dentro de 50 años, aunque deberíamos ir dando pasos en firme hacia esa escuela necesaria por venir. La misma debería contener, indefectiblemente:
1) Tecnología informática y otras formas de tecnología como la mejor manera de asomarnos al futuro.
2) Espacios para aprender haciendo como el mejor antídoto ante la escuela pasiva y durmiente.
3) Una mejor relación con los derroteros sociales y ciudadanos, para dar permanente y actualizado sentido a su discurso.
4) Y un verdadero protagonismo al alumno para que todo lo que “toque” dentro y fuera de la escuela lo convierta en aprendizaje.