El sentido último, y primero, de una empresa es ganar dinero. En los foros económicos y empresariales, en los cursos de formación sobre empresas, en las incubadoras y aceleradoras de empresas es algo que frecuentemente se oye: estamos aquí y somos en cuanto que ganamos dinero.
Pero, un momento, ¿sólo eso? ¿Es éste el único sentido y fin de una empresa? ¿Este es el objeto último de una startup? ¿Es éste el sentido final de emprender? NO.
El sentido de las cosas
No voy a discutir aquí sobre la importancia de ganar dinero, el sentido que tiene para una empresa, pero quiero que entiendas que hablamos del sentido profundo de emprender y, si quieres, de toda actividad humana. El sentido de la vida no puede ni debe radicar únicamente en el trabajo, pero el sentido del trabajo y de la empresa también forman parte del sentido de la vida.
¿Qué parece haber? Una gran crisis. Esta crisis es verdaderamente una “gran depresión”. En ella podemos reconocer todos los síntomas de cualquier depresión seria: tristeza constante, falta de entusiasmo, ganas de dejarse llevar, el deseo que se apaga y, sobre todo, falta de ganas de vivir, de levantarse con gusto por la mañana para estrenar una nueva jornada y encontrar personas (Luigino Bruni).
Cuando el dinero, el poder, el control y lo material se apoderan de las intenciones profundas de un emprendimiento, siempre hay algo que se desvirtúa en ese acto. Si éste es el único itinerario, en todo momento hay algo que pierde su sentido y se desdibuja hasta echar a perder el por qué de emprender, negando las creencias o principios que deben guiar nuestra acción.
Creé esta empresa porque tenía algo bello que decir
Comparto con Von Hildebrand cuando hablaba de la “intentio benevolentiae”, la intención de hacer el bien (del latín), algo poderoso que debe mover y promover siempre nuestras acciones. Altucher comenta la llamada “ley de la atracción”, la cual se refiere a sentirse atraído por las cosas del mundo exterior, una de ellas el dinero. Esto está bien. Pero no funciona a menos que primero controles lo que está ocurriendo, y hasta debe ocurrir, en el mundo interior.
Hay muchos que ya están convencidos, por experiencia, de que el mundo exterior en cierto sentido te hace esclavo, cautivo del dinero, del banco, de lo puramente material. Convencerse de que estamos para hacer algo bueno es el mejor presupuesto de un emprendedor que elige el bien y lo bueno, que se elige a sí mismo y su vida interior para culminar una obra que será grande, y buena.