Vivimos una época con una cierta hegemonía de los trastornos, mentales o de cualquier índole. Tanto que parece una epidemia.
¿Nuestra época está aportando más problemas mentales que ninguna otra época? Puede ser. Se habla mucho del sufrimiento psicológico que causan las personas, las instituciones (escuelas, familias, etc.), etc. Pero, ¿qué hay detrás de todo ello? ¿Qué hay detrás de la dictadura del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)?
Te dejo lo que he encontrado después de leer decenas de artículos científicos actuales y escribir dos artículos que pronto saldrán publicados en revistas internacionales. Arrancamos con la nueva explicación del TDAH y la discusión sobre sus síntomas (1 de 2), para acabar en el siguiente artículo explicando de qué forma los manuales de diagnóstico y otros instrumentos hacen el trabajo sucio de utilidad para otros (2 de 2).
La nueva explicación del TDAH
Los estudios con niños con TDAH comenzaron durante los años 80 del siglo pasado (véase por ejemplo Anastopoulos y Barkley, 1988), siendo pionero el Reino Unido. A lo largo de este tiempo hasta la actualidad, el número de casos y, también, de estudios se ha incrementado, así como la consideración por parte de algunos tratando la patología desde epidémica hasta fruto de errores en los diagnósticos (Center for Disease Control, 2018). En esa horquilla nos hemos movido durante los últimos 30 años.
Hoy se acepta que el TDAH es un trastorno neurobiológico, crónico y heterogéneo, es decir, un trastorno muy heterogéneo desde el punto de vista clínico (APA, 2015), que ya para autores como Kieling, Roman, Doyle, Hutz y Rohde (2006) presentaba una naturaleza compleja, tanto a nivel genotípico (múltiples genes), como fenotípico (heterogeneidad fenomenológica).
Discusión sobre los síntomas
Su variabilidad clínica se ha expresado a través de la combinación de los síntomas cardinales y asociados, los inherentes a la comorbilidad y a los derivados o influenciados por los diferentes factores ambientales (Fernández-Jaén, Martín Fernández-Mayoralas, Calleja Pérez, Muñoz Jareño, López Arribas, 2012). Las hipótesis sobre su etiología, por tanto, abarcan desde la genética conductual y molecular, hasta los factores biológicos adquiridos, la neuroanatomía, la bioquímica cerebral, la neurofisiología, la neuropsicología y el entorno psicosocial. Siendo así es como afirmar que se conoce todo pero no se sabe nada.
Según Carboni, del Río, Capilla, Maestú y Ortíz (2006), el TDAH se ha relacionado con la hipoactivación en la corteza prefrontal derecha, núcleo caudado y en la corteza cingular anterior y está caracterizado por una actividad motora debido a los ganglios basales, como parte de los circuitos corticoestriados talamocorticales, ya que regula la interacción entre la corteza frontal y las estructuras periféricas, que son los nervios y músculos ejecutores de los actos voluntarios (Solovieva, Lázaro y Quintanar, 2008).
Para el DSM-5 (APA, 2015), el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo definido por niveles problemáticos de inatención, desorganización y/o hiperactividad-impulsividad. Sin embargo, en la discusión que algunos autores presentan, ninguno de estos aspectos que se refieren al comportamiento de los niños están necesariamente relacionados con algún problema neurológico (Martinhago, Lavagnino, Folguera y Caponi, 2019). ¡No hay huella neurológica de ello!
No hay marcadores de ningún tipo
Es decir, y como consideran estos autores, esto no significa que de hecho haya alguna alteración neurológica en determinada región del cerebro, o algún déficit neurofisiológico, pues el manual menciona que, hasta el momento, no fueron encontrados marcadores biológicos para el TDAH.
Por tanto, si lo que se busca es una posible alteración en el cerebro o alguna alteración genética, el DSM-5 no menciona ningún estudio concluyente al respecto. Es más, Polanczyk (2015) afirma que no hay marcadores biológicos o electrofisiológicos, ni por neuroimagen, que tengan utilidad clínica para diagnosticar el TDAH.
Entonces, ¿qué hay detrás de esta aparente «epidemia»? Lo vemos en el siguiente artículo, la segunda parte de la Dictadura del TDAH (2 de 2).
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