No hay buen profesor sin excelentes alumnos. El profesor se hace, crece y madura no sólo en la posesión de determinadas cualidades personales y profesionales, ambas son recreadas y perfeccionadas en su ejercicio profesional, desarrollo que acontece en la relación educativa con buenos alumnos que le ayudan a ser mejor cada día.
Esta relación es algo misteriosa o, si se quiere, paradójica por cuanto que es el profesor el que ayuda al logro de tener mejores alumnos cada día. Es ahí donde su habilidad, su técnica, su sensibilidad, sus ganas, sus valores, su competencia se ponen al servicio de esta tarea. No siempre se logra, razón por la cual el espacio es ocupado por la desidia y el estrés de una relación que no da fruto.
Lo primero es el compromiso. Su fuerza creadora nace de la tensión fecunda que suscita entre la imperfección de la causa y su fidelidad absoluta a los valores correspondientes (E. Mounier). Rehusar el compromiso es rehusar la condición humana. Por experiencia interior, la persona se nos aparece como una presencia dirigida hacia el mundo y las otras personas, sin limitaciones, mezclada con ellos, en perspectiva de universalidad. Las otras personas no la limitan, la hacen ser y desarrollarse. Ella no existe sino hacia los otros, no se conoce sino por los otros, no se encuentra sino en los otros.
Es importante tener en cuenta que la meta de la educación no es hacer sino despertar personas, es por ello que la tarea del docente es una Intentio Benevolentiae (intención de hacer el bien).
Y no puede faltar todo lo demás: competencia, habilidad, comunicación, estilo adecuado, sensibilidad… es así como la persona del alumno se suscita por invocación, contrariamente a como muchas versiones de la educación hoy creen, esto es, que creen que se fabrica por domesticación.
¿Qué aportan estos alumnos internacionales?
Emma, Adeline, Josje, Femke y Liesbeth, de Bélgica, «The Belgian 5», aportan un grado notable de energía. Sin energía no hay acción, no hay capacidad de buscar la verdad, para generar ilusión y actuar. Nadie posee lo que no da, ellas son capaces de salir de sí, comprender, asumir y ser fieles a la aventura de ser personas en continuidad.
Sophie y Moritz, de Alemania, proyectan compromiso. El compromiso del sujeto congnoscente, lejos de ser un obstáculo, es un medio indispensable del conocimiento verdadero. Sus mentes no dejan de valorar las cosas, en una conversación tranquila, en una búsqueda de la verdad.
Mateusz, de Polonia, para él no hay reflexión válida que no conceda el lugar que le corresponde a la reflexión científica, en lo que no cesa, en un compromiso con la verdad más fuerte que todo aquello que le rodea.
Alena, Lucie, Klara, Martin, Tess, Helena y Hanka, de la Rep. Checa, aportan ganas. Son conscientes de que la acción debe modificar la realidad exterior y enriquecer nuestro universo de valores.
Vinka y Emelie, de Suecia, representan la formalidad y la responsabilidad. Hoy urge restituir el sentido de la persona responsable, y del poder desmesurado que conserva cuando tiene fe en sí.
Jakob, Fredrika y Lida, de Suecia. He discutido con ellos sobre la importancia del valor como fuente viva e inagotable de determinaciones, exuberancia, requerimiento irradiante. Saben que el verdadero lugar de los valores es el corazón de las personas.
Hendrik, de Holanda, representa en su universo interior la fecundidad íntima de la fuerza y la verdad. Su pregunta el primer día fue ¿qué me va a aportar a mí esta asignatura? Finalmente optó por hacer las dos que imparto.
Michiel, de Holanda, un gran ejemplo de inteligencia y compromiso. Sólo existimos definitivamente desde el momento en que nos hemos constituido un cuadro interior de valores o de abnegaciones contra el cual, sabemos, ni siquiera prevalece la amenaza de la muerte. Así de fuerte.
Y otros muchos más de Letonia, Lutuania, Turquía, Italia, Alemania, Eslovaquia, Eslovenia, Noruega, etc. A todos les he dicho que las personas sin los valores no existirían plenamente, y que los valores no existen para nosotros sino por el fiat veritas tua que les dicen las personas.