No hay ninguna novedad, discutimos, resolvemos agriamente algo que afecta a nuestras relaciones, a nuestra empresa en común. Alzamos la voz y tomamos una postura altiva y, en ocasiones, desafiante. No hay experiencia humana ni época que se haya librado del episodio de la discusión, con consecuencias imprevistas.
Pero este emprendedor añadía… “Esto es así porque somos almas gemelas”. Y agregaba detalles de su experiencia con cierta amargura, pero con la certeza de quien sabe el por qué de algo: también emprendían porque eran almas gemelas.
Yo también me preguntaba qué era un “alma gemela” para aquel emprendedor, pero los detalles de la conversación ponían todo el color necesario para entenderle.
La libertad como don y como conquista
Cada uno de nosotros somos únicos, irrepetibles, imposibles de copiar, al menos de momento. Pero en este mundo no estamos solos. Nuestro mundo es hostil, la actitud de oposición y de protección se halla inscrita en la misma naturaleza humana. Aquí es donde surgen las contradicciones y, también, las confusiones.
Si lo pensamos bien, en muchas ocasiones el problema no es más que nuestra manera de ser, nuestra manera de afrontar la realidad. Ahí donde sentimos la libertad hay que recordar que la libertad no es una cosa, no es un puro surgimiento. La libertad le es propuesta a la persona como don.
Esta es la manera en que vivir la vida libremente pone por delante de nosotros el desafío de vivir con plenitud. La libertad, entonces, ha der ser conquistada. Libertad “para”, no libertad “de”.
Ahí está, entonces, la libertad, el horizonte donde a lo largo de su conquista el emprendedor se muestra, se expresa, hace frente, se hace rostro. Y al hacerse rostro se encuentra con el otro, se reivindica, delante de su “alma gemela”, que también se reivindica y busca su hueco. Su otro yo la pone a prueba.
El emprendedor ante el desafío del reino de la armonía
Es cierto que esta especie es rara. La masa de los hombres prefiere la servidumbre en la seguridad al riesgo en la independencia. La mayoría prefieren la vida material y vegetativa a la aventura humana. Pero…
Este no es el caso del emprendedor, aquel que se subleva ante la domesticación, aquel que repulsa el envilecimiento. ¿Cómo? Haciendo frente junto a su “alma gemela” a los retos que nada tienen que ver con la “paz perpetua”. El emprendedor sabe qué hacer cuando le desafía el “reino de la armonía”.