Prototipar en educación

Rara vez se oye hablar de prototipar en educación, aunque algunos dirán lo contrario. Es posible que quienes opinen lo contrario afirmen que se ensaya o experimenta mucho en educación y que, por otro lado, se lleva experimentando toda la vida.

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Ocurre que cuando se trata de estar delante de una educación mediada y en altas dosis controlada por el poder político con fines que trascienden la propia pedagogía, entonces, no debemos hablar de innovación en educación sino, por el contrario, de manipulación de la misma.

Prototipar en educación consiste, más acertadamente, en presentar un prototipo, alguna clase de innovación en educación y, sobre todo, ponerla a prueba con los usuarios reales de forma que podamos ver si funciona, si nos ayuda a mejorar lo existente.

Esto viene ocurriendo en muchos lugares del mundo desde hace decenas de años, pero en muchos de éstos de forma tan débil y tergiversada que se olvida lo más importante: el prototipo no es definitivo, éste debe volver a la “cocina” en el momento en que tengamos las primeras informaciones y datos acerca de su funcionamiento y utilidad para los usuarios, de forma ágil, para que tenga la capacidad de ser mejorado, actualizado, rectificado, ampliado.

En este enfoque, consistente en construir-medir-aprender y sigue, que se refiere al ciclo ideación (Crear), codificación (Medir) y verificación de datos (Aprender), no podemos olvidar la necesidad, por tanto, de pivotar para una mejora continua hasta convertirse el prototipo en todo un modelo de transformación para todo el sistema. Se trata de una corrección estructurada diseñada para probar una nueva hipótesis básica, pero, ¿se obra así en las reformas educativas? Rara vez.

No es así como está ocurriendo, aunque el político se empeñe. En España llevamos 45 años con tasas de fracaso escolar y abandono escolar que han oscilado entre el 25% y el 30% y, lamentablemente, nunca hemos salido de esa horquilla a pesar de 4 reformas generales del sistema educativo (LGE, LOGSE, LOE y LOMCE, si bien esta última con un grado de responsabilidad muy relativo por el breve tiempo que lleva vigente), en donde se han involucrado 3 partidos políticos, aunque unos, lógicamente, con una responsabilidad frente a esas tasas de abandono y fracaso muy superior a otros.

Cuesta creer en la voluntad política para mejorar la educación. Comprendo, incluso, que algunos ya hayan perdido la fe. La factura la vamos a pagar bien cara, hoy y en los próximos lustros, ante lo cual, ¿qué capacidad de reacción nos queda?

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