Una de las cosas más notables que puede haber entre colegas y profesionales preocupados por la cosa educativa es reflexionar en un diálogo sin límites sobre los problemas, necesidades, amenazas u oportunidades que tiene nuestro sistema educativo actual, junto con todos sus ingredientes y detalles del momento.
Si este diálogo se produce, además, en un momento donde las inquietudes por el futuro guían las preocupaciones presentes, adquiere una especial importancia porque permite enviar un mensaje claro y legitimar una postura que podría resumirse en la siguiente: “en breve formaré parte del sistema de una manera activa y haré lo posible por transformar lo que no funciona, convirtiendo problemas en oportunidades de mejoras. Mi intención es hacer algo grande”.
Si esta es la postura yo lo celebro enormemente. Y ésta creo que es la postura porque tengo la inmensa fortuna, donde las haya, de comprobarlo a diario en mis clases, ahora en el diálogo sincero que compartimos un grupo de alumnos del Máster de Formación del Profesorado de Secundaria y yo mismo. Para mí, cada día que acontece este diálogo es un hito que no quiero pasar por alto.
De la discusión dialogada obtuvimos recientemente unas sabrosas conclusiones que me gustaría compartir. La pregunta era sencilla (¿Qué 3 problemáticas o limitaciones entendemos que existen hoy en la Educación Secundaria?) y el trabajo por equipos permitió obtener claves para imaginar, luego de actuar, un horizonte renovado y mejor para la educación.
La síntesis de las conclusiones de los equipos me permite presentar cuatro campos sobre los que pusieron sus miradas críticas: alumnado, profesorado, enseñanza y sistema. Quiero ahora detallar lo esencial de los mismos; lo que presento son, fundamentalmente, las coincidencias que se dieron en el conjunto de los miembros del grupo clase.
En el centro de todas las reflexiones está el alumnado. Dentro de ello el valor que se le da a su aprendizaje, cómo debe ser éste, para qué sirve, etc. Comprobar que en muchas ocasiones el aprendizaje es no significativo, exclusivamente o principalmente memorístico, poco reflexivo y nada analítico, sin capacidad para resolver problemas ni tomar decisiones, etc., es decepcionante en el momento vital en el que nos encontramos. En este marco, un alumno frecuentemente desmotivado pone difícil una enseñanza como la que describiremos más adelante…
Este alumno, que hoy necesita recuperar un sentido más profundo de lo que significa aprender, se presenta de forma diversa en espacios en donde se vive una casi ausencia de la personalización de la educación. Aprendizaje, motivación y educación más personalizada son desafíos para la educación de hoy.
Por otro lado, el profesorado culmina el centro de esas miradas, junto al alumnado. Ambos son las piezas clave. No habría educación sin éstos, pero ambos tienen que reinterpretarse en el inicio de este tercer milenio. En ellos, el valor de su formación, los contenidos de la misma, su continua actualización y necesidades, la evaluación de mismo para un autoconocimiento más a fondo y, así, poseer más certeros criterios de mejora, su capacidad de autonomía, su apuesta por la innovación y creatividad, etc., le impulsarán siempre a un nuevo horizonte de mejora en un escenario presente de retos, excesiva burocratización y en algún sentido de falta de motivación, y todo ello al mismo tiempo.
Todos los debates entre docentes y alumnos deben llegar a ser asunto normal. Dentro del marco de respeto todos debemos transitar aprendiendo los unos de los otros. La soberbia a nada llega, sino debe ser discípula del aprendizaje y fruto del mismo compartido y merece ser aplicado.