Se cumplían 40 años como docente, un gran profesor universitario de Derecho, catedrático, maestro de muchos. Por este motivo se organizó una charla para alumnos universitarios en una Escuela Mayor (Residencia Universitaria).
El salón estaba a rebosar, lleno de universitarios exultantes porque o habían sido alumnos de aquel gran profesor o habían oído hablar de él. Todos querían, sin excepción, contar con la nueva oportunidad de un encuentro que trajera a la memoria lecciones memorables. Yo era uno de los asistentes.
La charla iba de generalidades, experiencias y vivencias de quien lo dio todo en la carrera universitaria. Este profesor obtuvo el reconocimientos de miles de personas a lo largo de los años. El tiempo fluía con el recuento de anécdotas de todo tipo, el homenajeado era un gran contador de historias.
Una de éstas era la relativa a un profesor joven que en una ocasión impartía clases antes que él. Contó que cuando entró en clase, después de que hubiera salido este joven profesor, encontró escrito en la pizarra el siguiente nombre: Auguste Comte. Acto seguido el afamado profesor se dirigió a la pizarra y corrigió el apellido hasta convertirlo en Compte. Después de ello sentenció:
“Un buen profesor nunca debe cometer faltas de ortografía”.
La historia fue relatada tal cual, pero tal vez pocos percibieron que el apellido de Auguste era Comte y no Compte y que el equivocado era el catedrático. Pero ahí quedó la historia.
¿Es posible ser experto aun no siendo perfecto?
Hacer preguntas es arriesgado, corres el peligro de que no te respondan. Hacerte preguntas es osado, corres el riesgo de errar en la respuesta. Pero por hacerte preguntas gozas de la libertad de elegir, también de errar. Y del error siempre hay un aprendizaje. La vida es ambivalente, quien sólo experimenta las “cosas buenas” no tendrá la habilidad para aprender de la ruina de vivir que a todos nos llega.
¿Es posible ser experto aun no siendo perfecto? Sí. ¿Cómo? El camino más sencillo es el del hábito del trabajo diario. Largas horas hasta conseguir la necesaria maestría, que con suerte consigues. ¿Y la perfección? La perfección no se logra jamás. Si te esfuerzas conseguirás ser experto… ¡Y en tu situación de experto gozarás del estado de imperfección más absoluta!
No ser perfecto no reporta ningún problema. Sin más, todos somos imperfectos de una u otra forma, así que sobran las lamentaciones. Pero la maestría es un estado que podemos desear y trabajar. Las 10.000 horas de entrenamiento de las que habla Malcolm Gladwell son vitales y las mismas impelen a cada uno de nosotros a comenzar cuanto antes para poderlas sumar con éxito. Y sí, ciertamente he dicho cuanto antes.
Se puede ser experto, pero no hay drama con ser imperfecto. Vivir confortablemente en la imperfección te da más oportunidades, te ayuda a amarte más a ti mismo.