Educar en la postmodernidad

¡Qué poco se habla ya de la postmodernidad! ¿Lo notas?

Hartos, cansados o a otra cosa. Estamos en otra fase, algunos dirán que desplegando la postmodernidad, como si fuera un proceso que ahora hay que implementar. Proceso a implementar, como gusta decir a muchos.

Un sujeto esquizoide, fracturado y fragmentado

La postmodernidad permitió que se materializara un sujeto esquizoide, fracturado y fragmentado, desconfiado ante todo proyecto que se presentara como la respuesta a la totalidad de la existencia.

Esta es realmente una tendencia desde el postmodernismo: materializar un sujeto esquizoide, fracturado y fragmentado y, así, lo que queda es un sujeto humano destruido, fragmentado, impotente para ser hombre, desconfiado ante todo proyecto que se presente como la respuesta a la totalidad de la existencia. Para éste, la felicidad está en la satisfacción inmediata de la “necesidades” fisiológicas y psicológicas, que encuentra sobre todo en los aspectos banales de la vida.

Crisis del humanismo

Esto explica por qué una característica bien prominente de la postmodernidad es la crisis del humanismo. Esta es, entre otras cosas, la disolución del sujeto, pues éste queda reducido a la pura exposición y transparencia ante un mundo que él atraviesa sin obstáculos, rendido ante la creencia de su propia debilidad, convertido en un centro de distribución para todas las redes de influencia.

Influencia que se convierte en manipulación, tan extendida aquí y allí, ejercida sobre personas que duermen pero parecen despiertas.

Foto: http://www.heathwoodpress.com/

Superar la crisis del humanismo

La superación de esta crisis del humanismo, de esta tendencia hacia la irracionalidad es la apuesta por la persona, rescatar la esencia del ser personal que funda al ser humano para luego orientar su desarrollo y el de sus comunidades por una nueva senda.

La educación, con el carácter perfectivo y optimizante con que puede entenderse cuando la persona se adhiere a unos valores que la hacen ser, es la herramienta capaz de orientar a la misma.

Y en eso estamos, en una educación a la que por momentos hemos vaciado de contenido para convertir en etiqueta. Mejores calificaciones no significa mejor educación. Más títulos universitarios no necesariamente revierte en un mundo mejor. Siempre hubo pruebas de esto. Las de hoy son contundentes.

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