En un artículo anterior hemos comentado la importancia de la competencia comunicativa del docente. Ahora seguimos haciéndolo. Por dos razones. Una, porque el tema no se agota con unas pocas palabras. Dos, porque es escasa la formación en las Facultades de Educación, donde se forman los profesores de Educación Primaria, Secundaria y Universitaria, de un tema que está en el centro de la calidad de su enseñanza.
Dimensiones de la comunicación
Ni por un momento se me pasa por la cabeza que alguien no considere a la enseñanza como comunicación. No soy pesimista si alguien no la considera. Quiero pensar que un tema tan importante como éste está en la mente de todo buen profesor.
¿Qué ocurre entonces? Pues que hay escasa formación y, tal vez, débil aplicación de los principios de la comunicación a una actividad, la enseñanza, que es pura comunicación.
La enseñanza como comunicación debe ser considerada una realidad multidimensional. Es frecuente considerar cuatro dimensiones, relacionadas con cuatro espacios comunicacionales. Entender esta cuestión en clave «espacios comunicacionales», es fijarse en elementos que son susceptibles de ser ideados, prototipados, manejados, organizados, mejorados, transformados… ¿Se entiende la idea? Los describo más abajo.
Dimensión contextual ecológica
Se trata del contexto sociocultural, distribución física de la clase, características de los sujetos, objetivos a lograr dentro de un marco de prioridades establecido…, organización de la institución.
Dimensión instructiva
Está centrada fundamentalmente en los dos elementos clave del dinamismo del aula: la estructura de la tarea y los procesos de negociación, gestión e intercambio.
Dimensión perceptiva-actitudinal
Pretende comprender la génesis y dinámica subjetiva de los intercambios y procesos metacomunicacionales.
Dimensión humanística
En el trasfondo de toda comunicación hay una comprensión de la enseñanza, y una intencionalidad, que es lo que otorga carácter de educativo a estos procesos de comunicación frente a otros. Es importantísimo responder a la pregunta: ¿por qué educamos?
Estos cuatro espacios comunicacionales, en donde no se agota el proceso comunicativo que supone la enseñanza, pero en donde sí se abordan los elementos y sentidos fundamentales que configuran la misma como comunicación, se ven reforzados por la intencionalidad. La enseñanza es, pues, intención de comunicar. El sistema de comunicación que constituye la enseñanza es un intercambio que no queda sometido al azar, sino que se presenta regulado, orientado por uno de los elementos personales del aula, el profesor, que a su vez está traduciendo y adaptando el currículum, el cual no es sino la expresión programada de la intencionalidad.
Superar barreras comunicativas
El hecho de que el educador logre una actuación competente como comunicador implica el desarrollar una serie de conocimientos, sistema de acciones y operaciones que pueden sistematizarse en habilidades y hábitos, que van conformando toda una cultura de la comunicación.
También es necesario el desarrollo de elementos metacognitivos, como pueden ser el conocimiento de sus propias posibilidades de éxito en la relación interpersonal, sus limitaciones, dificultades o sus mecanismos de control y compensatorios que le permiten superar barreras comunicativas.
Es útil, asimismo, trabajar por el desarrollo de determinadas cualidades de los procesos cognitivos que tributan a esta competencia, como pueden ser:
La flexibilidad del pensamiento, tan necesaria para un comportamiento aceptante y democrático en el educador;
La distribución de la atención, para poder captar todo tipo de señal que sirva como información en la situación comunicativa y
El desarrollo de la observación como fenómeno perceptivo.
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