Hablar de “retraso” o “trastorno” asusta a cualquiera. Eso por un lado, por el otro están los que pasan del tema. Recuerda lo que un padre me dijo sobre un niño síndrome Down. He llegado a escuchar, incluso, que alguien no quería tener hijos para no “jugar con la posibilidad” de tener un hijo “retrasado”.
Los problemas emocionales, esos grandes desconocidos para la escuela, precisan de toda la atención posible durante la primera infancia. Esto es clave para valorar de manera precoz posibles trastornos emocionales. Niños y adolescentes no saben habitualmente expresar lo que sienten; si unimos esto a la circunstancia de que tampoco los adultos saben, en ocasiones, estar atentos a los problemas de hijos y alumnos, lo que tenemos es una situación de conflictos y problemas que pasan desapercibidos, con las repercusiones futuras que pueden llegar a tener.
Trastorno o retraso del desarrollo
Con “trastorno” del desarrollo hacemos referencia a una perturbación del desarrollo para cualquier edad. La edad de estos trastornos suele ser muy temprana. Las investigaciones hablan incluso de casos observables desde el primer año de vida. Esto nos lleva a comprender cuán importante es hacer un seguimiento exhaustivo del desarrollo de los niños desde su infancia.
Cuando hablamos de “retraso” nos referimos habitualmente a un retraso psicomotor, del desarrollo o madurativo, es decir, según algunos investigadores, un “cajón de sastre” donde todo el desarrollo del niño está comprometido.
Normalmente el retraso es temporal, no suele considerarse como tal más allá de los 5 o 6 años, y tiene que ver con una forma más lenta en la secuencia normal de adquisición de los hitos del desarrollo.
El retraso puede afectar a distintas áreas del desarrollo. Pero existe un área, el área emocional, donde las investigaciones han encontrado mayor dificultad y donde, igualmente, hay más lagunas y aspectos oscuros.
Lo emocional se desarrolla en un contexto en donde el niño pequeño es emocionalmente dependiente de los padres. Esto tiene lugar desde una dependencia total, hasta el momento en que adquiere una identidad propia.
Lo importante de este desarrollo emocional es que éste madura relacionado con las demás áreas del desarrollo. Las compromete hasta el punto de que las dificultades emocionales se pueden expresar en forma de retraso del lenguaje, retraso en la psicomotricidad, etc.
Cuanto antes mejor
Hay quien observa estas formas de retraso vinculadas con cierto optimismo, por considerarlas retrasos pasajeros. Sin embargo, en ocasiones este enfoque de “exceso de confianza” hace que se pierda un tiempo precioso para un eficaz abordaje precoz.
Dejar pasar este tiempo nos lleva al momento en que los niños ya han llegado a la Educación Primaria. Allí, en ocasiones, los diagnósticos pueden presentar ya más gravedad y más complejidad. No digamos si abordamos el caso en la etapa de Secundaria.
El “retraso” madurativo emocional se relaciona con la manera de educar al niño por parte de la familia. Éste, además, depende mucho de las propias manifestaciones emocionales de los padres. Ahí se cuece buena parte de lo que estamos diciendo.
Evaluación del riesgo
Probablemente, el enfoque más aceptado sea el enfoque biopsicosocial. Esto implica anclar el trastorno de hecho en elementos biológicos sobre los que los elementos del ambiente (educación, influencias de terceros, etc.) terminan de «hacer el resto del trabajo».
La evaluación del riesgo en este sentido es fundamental. No es que un solo factor de riesgo vaya a perturbar todo el proceso madurativo hasta presentarse un trastorno vinculado esencialmente a ese factor. Pero los factores no vienen solos y, normalmente, “van de la mano de otras circunstancias” que desembocan en el trastorno.
Un factor puede que no sea significativo, pero la asociación de varios potencia el riesgo. No hay que «jugar la carta» de dar de lado a los factores que consideremos de riesgo. Pero, ¿qué se hace normalmente sobre lo emocional en las escuelas? NADA. Bueno, algo ocurre en ocasiones: actuar cuando ya es demasiado tarde.
Algunas recomendaciones
La detección precoz es fundamental en este y en cualquier otro caso. ¿Quiénes pueden hacer mucho en este “estar pendientes y ver pronto lo que pasa”?
La familia. Padres y otros miembros de la familia tienen un papel muy importante como «observadores» del desarrollo infantil. Pueden ser los primeros en detectar algo.
Los maestros. Por su trabajo cotidiano manejan importante «información» sobre la conducta y manera de ser de «sus alumnos». La oportunidad que tienen de identificar «signos de alerta en el desarrollo» es increíble.
Ya sabes, si eres madre, padre, maestra o maestro, tienes un papel fundamental en esta época donde algunos trastornos del desarrollo parece que están encontrando manga ancha. Actúa.
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Si quieres saber más
Andrés Viloria, C. y Fernández González, A. (2016). Las prácticas de crianza de los padres: su influencia en las nuevas problemáticas en la primera infancia. Revista Nacional e Internacional de Educación Inclusiva. 9 (1), marzo, 30-42.
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