Emprender en tiempo de coronavirus

Por José Manuel Bautista-Vallejo y Antonio Bautista Gahona

En una bonita conversación entre mi hijo de 12 años (Antonio) y yo acerca del coronavirus, no tanto del virus, sino del tiempo tan extraño y hasta complicado que nos ha tocado que vivir, llegamos a algunas conclusiones como fruto de la conversación que me gustaría compartir. Esta es la razón por la que me veo en la obligación de compartir la autoría de estas palabras.

 

Tal vez un nuevo orden mundial

Ciertamente, el tiempo que nos ha tocado vivir es nuevo y extraño. Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de vivir una experiencia así, ni él, ni yo que multiplico su edad por algo más de 4. Este virus, o lo que haya detrás, que no está claro y que tal vez lo sepamos en el futuro, está siendo capaz de crear, probablemente, un nuevo orden mundial. Quizás sea no más que el primer paso, o un ensayo para que alguien compruebe hasta dónde somos capaces de llegar.

Pero, es evidente que algunas de las conductas que hagan su aparición, como individuos, o como colectivo, amén de las decisiones políticas que advengan, tal vez lleguen para quedarse. Dicho de otra forma, algunos derechos o algunas libertades y ciertos elementos en el marco donde se cuece todo ello, pueden modificar nuestra manera de vivir ya para siempre.

Si es solo un ensayo, es más que evidente que está saliendo a la perfección. Todo el mundo sin reserva, todo el mundo, de forma global y sin rechistar, ha adoptado la misma conducta a lo largo y ancho del planeta. ¿Había ocurrido en alguna época anterior algo así? Probablemente no.

Si es el primer paso, en una escala hacia un nuevo orden mundial, lo iremos viendo con el tiempo.

De cualquier forma, una cosa parece clara. El Estado benefactor, o providencia, como lo llamaba Alain Minc en su libro La máquina igualitaria, que leí en los años 90, es el que parece que va a ser la gran herramienta en la lucha contra el virus, con una inyección de miles de millones, flexibilidad fiscal, moratorias en los impuestos y en el pago de las hipotecas de las personas más vulnerables, flexibilidad en los procedimientos, prohibición de cortes de luz, agua y teléfono durante la crisis, etc. ¿Quién puede estar en contra de eso? Nadie.

Como dato interesante también tenemos el que el presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos afirme que «El Gobierno deja en la cuneta a los autónomos, no tiene ni idea de lo que necesitan». Hay que entender que estos representan a los actores más autónomos del libre mercado. Da que pensar.

Pero, el caso es que una vez la providencia del Estado se haga efectiva de esta forma envolvente en todos los ámbitos de la vida política, social y personal, en todos los terrenos públicos y privados, en nuestra manera de vivir, una vez pase este virus y la presencia del Estado se haya hecho omnipresente, con un tamaño y unas dimensiones mucho más grandes que las de hoy, ¿cómo será el proceso a la vuelta a la normalidad, donde el individuo tenía una capacidad para decidir cuestiones que tal vez ya no vuelvan más?

Una vez nos acostumbremos de forma masiva a que el Estado provea más allá de lo que implica la subsidiariedad, es decir, que sirva de ayuda o apoyo en lo estrictamente necesario, siempre y cuando no podamos resolver las cuestiones por nosotros mismos, ¿quién será el listo, o el tonto, de pedir otra cosa?

No cabe duda de que alterar nuestra forma de vivir de esta manera puede traer consigo una redefinición de lo que significa la persona y su libertad. Y este es un punto importante.

 

Emprender en tiempo de coronavirus

Pese a ello, es lo que hay. Habrá quien viva de forma impasible en el devenir de los acontecimientos históricos de cada época. Pero habrá quien entienda que estos son los signos de nuevos tiempos. O caerá en la cuenta de que se trata de acontecimientos que deben ser nuestro maestro interior, como afirmaba Emmanuel Mounier. Y, si es así, es necesario obrar en consecuencia, con nuevas ideas, ingenios y energía.

Tal vez la expresión de Eric Ries se quede corta. Define una startup como una «institución humana diseñada para crear un nuevo producto o servicio bajo condiciones de incertidumbre extrema». Sin embargo, se acerca bastante a lo que significa emprender en los tiempos que corren, donde un virus parece que campa por sus anchas.

Pese a todo, y teniendo en cuenta que contamos con el apropiado entorno de incertidumbre, un primer problema que vamos a tener en ello es que un Estado omnipresente seguramente ocupará espacios y esferas de poder de decisión y de maniobra de los individuos, de tal forma que su margen de maniobra, es decir, para emprender, se haga sensiblemente diferente. Digamos diferente, porque habrá quien diga que será menor. Nuevamente hay que decir que estando casi indefensos en el mundo como individuos, frente a un Estado que arrebate una parte de nuestra libertad, este es el contexto en el que habrá que emprender, que es lo mismo que decir que innovar.

Por eso, la situación en la que nos hallamos y, lo más importante, en la que nos vamos a ver en el futuro, solo podrá ser resuelta por individuos que gocen del derecho del fruto de su trabajo, su emprendimiento, su capacidad innovadora desde la libertad, desde la que puedan poseer en ese momento hacia cotas más elevadas de la misma, libertad que otros seguramente querrán eliminar.

Si sumamos, entonces, incertidumbre extrema a un Estado omnipresente, la respuesta del emprendedor será plausiblemente necesaria. Si nos acostumbramos a vivir en un tiempo donde de forma creciente un Estado benefactor soluciona nuestros problemas, solo individuos desde la libertad que entiendan poseer en ese momento serán capaces de sacar adelante la riqueza de las naciones, que no está bajo la tierra ni en los campos, sino en el ingenio de las personas y en las buenas instituciones, como afirma Axel Kaiser.

Este debe ser el marco de entendimiento de un sistema de libre emprendimiento que cree en la capacidad de las personas para salir adelante. En ese, o en el marco futuro que sea, habrá que agudizar el ingenio.

 

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