Una mujer, licenciada en Derecho en los años 60 y empresaria de éxito, me lo contó.
Esta era la frase que yo mismo recibía en el transcurso de una interesante conversación. Mi interlocutora era una interesante mujer, que pronto hará 60 años como intrépida empresaria y tenaz emprendedora.
Esta mujer, nacida en 1938 en una España muy diferente a la que conocemos hoy, con 21 años era licenciada en Derecho con la máxima calificación, en un tiempo en el que prácticamente las mujeres tenían vedado estudiar, culturalmente hablando, mucho menos recibir un título universitario. Menos aún recibir un título en un campo como el Derecho, ocupado y reservado fundamentalmente por y para hombres. Hablamos de una injusta goleada masculina… Pero ella fue valiente y decidida.
Con interlocutoras así todo es puro aprendizaje
¿Podéis imaginar lo que se aprende en una conversación con una mujer así? Es enorme el conjunto de conocimientos, has de estar siempre abierto a recibir palabras de sabiduría que te permiten crecer.
Por fortuna para mí, recorrimos muchos temas. Hablamos de la empresa de hoy, de emprender antes y ahora. Tuvo interesantes palabras sobre la mujer que emprende, sobre la familia como marco para todo ello, sobre la persona en el centro del emprendimiento, etc.
En un momento de la conversación le pregunté, ¿cómo se forma el emprendedor? Ella sigue hablando y responde:
―La pregunta es compleja porque la vida no es en sí misma, ni en ella hay, una escuela de emprendedores. La persona con su naturaleza y condición aprende a ser emprendedor durante su vida completa. La “escuela”, si es que es algo, es la propia vida y todo lo que de ella forma parte. Entonces, la vida no es una escuela para emprender, sin embargo no tenemos más remedio que hacer de ella eso mismo…
Sancho, con la Universidad hemos topado…
Entonces, le dije, ¿qué hay de la Universidad? ¿Esto es lo máximo que hemos inventado para redondear la formación de una persona, al menos en Occidente? Y ahí me miró fijamente y me dijo:
―Yo en esto soy y ya era entonces muy radical en los años 50. No parece que haya cambiado mucho la cosa, sólo un poco, lamentablemente. Siempre he tenido la impresión, opinión ya asentada, de que la Universidad estaba empeñada en destruir las ganas y la capacidad de emprender.
Y añadió:
―Por vicio hecho costumbre, o por torpeza de la Universidad, la llama que pudiera haber del emprendedor joven se va apagando poco a poco, o de golpe, hasta desaparecer. Emprender, entonces, dependía, y depende, de otros ingredientes que te daba la vida, algunos la simple casualidad. Hoy, que sabemos cuáles son, ¿por qué no forman parte de los sistemas de formación? (Y hubo silencio).