La escena parece conmovedora, Risto Mejide y Eva Hache debatiendo sobre la educación en España en un plató de televisión. Dos concepciones antagónicas. Dos posiciones en colisión. Dos trenes que chocan porque van cargados de principios diferentes y en dirección uno contrario al otro.
Por cierto, es muy de agradecer que haya debates como éste. Al menos hay este tipo de debates sobre la educación, asunto que está casi desaparecido de la vida política. La educación importa de poco a muy poco.
El espíritu crítico sin conocimiento es charlatanería
Esta entrevista tiene momentos memorables y perlas que podrían pasar a la historia. Si bien nunca pasarán porque son perlas televisivas y ahí nada sobrevive en una cultura de lo efímero.
Sobre el minuto y 5 segundos de este corto de Youtube del que hablo más arriba aparece un profesor, a la sazón Ricardo Moreno Castillo, catedrático de Matemáticas. Este da su opinión sobre lo que ha oído en la entrevista de Risto a Eva. Especialmente se refiere a Eva Hache pues no comparte su opinión.
Dice Ricardo Moreno, el profe de Matemáticas:
«El espíritu crítico sin conocimiento es charlatanería».
Previamente y en su primera frase arrancaba con aquello de:
«Yo creo que nuestro sistema educativo se basa en el engaño, porque nunca habla del esfuerzo, ni del trabajo, ni del conocimiento. Lo envuelven de destrezas, de espíritu crítico, de creatividad…».
Si fuertes eran las opiniones de Eva Hache, no menos parecen las palabras de Ricardo Moreno. ¿De verdad que nuestro sistema educativo se basa en el engaño? ¿El espíritu crítico y la creatividad no son importantes? ¿No es necesario aprender nuevas habilidades?
¿Qué necesita la educación en el siglo XXI?
La educación es un hecho debatido en toda época. Hoy llega a los escenarios propios del espectáculo y allí se discute sobre temas educativos. Parece que la discusión es sobre si la educación ha llegado a alguna conclusión sobre sus formas y su utilidad a lo largo de los últimos 10.000 años. Parece que se preguntan: ¿Cuál es la mejor educación? Y se responden: ¡Hay distintas visiones!
Hay quien se desanima con esto y piensa si hoy somos capaces de afirmar alguna verdad sobre la educación y el aprendizaje. ¿Sabemos algo sobre las mismas? Déjame que te diga que ciertamente sabemos mucho sobre las mismas, a pesar de tantos aspectos oscuros aún. Por ejemplo, crear hábitos de trabajo intelectual necesita tiempo, esfuerzo, repetición, etc. Piensa si no es así.
Es curioso comprobar cómo, no obstante esto, algunos de estos elementos están en entredicho hoy. Recomiendo a todos los que estén pensando sobre si estos elementos son verdaderamente importantes o no, leer la obra de Malcolm Gladwell: Fuera de serie. En él se describen las necesarias 10.000 horas de trabajo sobre un tema para alcanzar el éxito. Está ilustrado con muchos ejemplos. Realmente interesante.
Si alguien sabe por qué estos elementos, estos hallazgos sobre la educación, están siendo criticados hoy que levante la mano. ¿Qué necesita la educación del siglo XXI? ¿Conocimiento como dice el profesor Ricardo Moreno? ¡Ciertamente! Pero, ¿necesita algunos otros componentes relacionados con el aprendizaje? ¡También!
¿Son importantes la creatividad, tener capacidad de iniciativa, las habilidades de comunicación (no confundir con saber listados de verbos sin apenas sentido)? ¿Es importante desenvolverse en el mundo tecnológico, teniendo en cuenta que no habrá futuro sin estos conocimientos, que van a más a más?
Las competencias en educación
Cuando hablo con mis hijos de estos temas, trato de ilustrarlos con todos los ejemplos que puedo. Trato de dar sentido a todo que aprenden. En muchas ocasiones todo está en la escuela, y la Universidad, tan teorizado que falta verle el sentido a las cosas. Y esto es un problema.
Mis hijos, y en ellos veo representados a muchos niños y jóvenes, me preguntan para qué sirve esto y lo otro. Un problema. Pero también una solución: debemos darles todo el sentido a las cosas que no entiendan en ese momento. Es posible que las entiendan más adelante, pero ahí queda eso. También es posible que no hagan sentido, pero ya en ese momento, o en el futuro, harán uso de lo que entiendan les es útil.
En la escuela reciente, la forma de balancear las distintas visiones de la educación se ha llamado «competencias». En decenas de países occidentales se adoptó el modelo «por» competencias en la educación. Una competencia se define como «la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada». La competencia «supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz».
En España hablamos hoy de 7 competencias:
Si no trabajas en la escuela y este modelo te ha convencido, te diré que su logro está muy debilitado en las escuelas. Las competencias son las hermanas pobres del sistema educativo. Las competencias no desprecian los conocimientos, pero los ponen al servicio de la respuesta a esas demandas complejas.
Me gusta preguntar a mis hijos, siendo esto la mejor forma de validar ese sistema de competencias:
―¿Qué habéis hecho este año para desarrollar vuestra competencia emprendedora?
Y estos me responden:
―Nada papá.
El problema es que lo pregunto cada año y la respuesta ese siempre la misma.
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Bueno, yo estoy de acuerdo a medias, por no decir a un cuarto.
Es una falacia decir que la educación actual ha abandonado los conocimientos en favor de las destrezas y la creatividad. La diferencia es que antiguamente los conocimientos ocupaban el 100% del espacio educativo y ahora tiene que coexistir con otros aspectos a a valorar.
Coincido en que se debe inculcar a un crio la idea de que se va al cole y se estudia, entre otras razones, por obligación. Pero eso no es incompatible con buscar la forma de que disfrute de esas obligaciones desde el minuto uno y no por aburrimiento y tiempo como estrategia pedagógica (?). Por supuesto que la cultura del esfuerzo hay que potenciarla, pero hacer a un alumno disfrutar de ese esfuerzo no sólo no es contradictorio, sino que está demostradísimo que LO APRENDIDO ASÍ SE FIJA MEJOR EN EL RECUERDO Y EN SU BAGAJE CULTURAL. Ahí es donde entra ahora en escena el buen profesor. Decirle a un alumno que estudie ‘porque sí’ y punto no forma parte de la cultura del esfuerzo -en este caso del profesor, que no del alumno- que él mismo tanto defiende, pero esa es otra cuestión no exenta de polémica. A dar ejemplo, amigo mío. Si su función como profesor no pasa por intentar motivar a sus alumnos quizás estemos ante una cabeza parlante, un ponente o un conferenciante. Comenta este profesor que le hicieron tragar de crio las matemáticas con ruedas de molino y que al final les terminó cogiendo el gusto. Pues resulta que después ha hecho con sus alumnos lo mismo que hicieron sus profesores con él. La diferencia es que en su época de estudiante si le dicen que estudie porque es su obligación y seguidamente él se niega lo mismo se come una buena hostia, que resulta de lo más convincente. Hoy en día con esos argumentos lo único que se consigue es que el crio se haga objetor escolar sin amenazas ni varazos de por medio. Lo de hace 60 años no es válido en el siglo XXI porque la sociedad cambia y los roles de estudiantes y profesores también lo han hecho. Pero este hombre parece no haber salido aún de su cápsula del tiempo.