Seguimos en esta serie dedicada al fracaso escolar. Vamos dando pasos poco a poco. Se trata de aportar luz sobre este importante problema que, desde luego, tiene solución.
Se han ensayado decenas, y me quedo corto, de definiciones de fracaso escolar. Estas dos palabras por separado suponen algo muy claro, juntas se interpelan de forma que su significado alcanza una profundidad a veces sin medida. De ahí su complicada resolución.
No podemos dejar de definir fracaso escolar en cualquier caso. Entiendo por fracaso escolar las dificultades para alcanzar los objetivos marcados por el sistema educativo. Hay que recordar que estos objetivos marcados por el sistema educativo son insoslayables, son los que son, no son otros, son inesquivables. Pero estos objetivos varían de una región a otra, de un país a otro, de una cultura a otra, de un tiempo a otro. Por lo menos en algún sentido.
Se lo contaba a unos adolescentes amargados por las notas
Hablaba precisamente este tema con unos adolescentes el otro día. Ellos sufrían por sus notas. En alguno el drama era interior, no lo exteriorizaba mucho, pero entre sus palabras había expresiones de amargura. Y yo les decía:
―Podemos estar todo el día discutiendo si lo que tengo que estudiar es bueno o malo, correcto o incorrecto, mucho o poco. Este ejercicio crítico es bueno. Pero permanecer en el mismo sin volver a la aceptación de la realidad te coloca en una posición de falta de tolerancia de la realidad misma. Finalmente, te puede llevar a perder la batalla.
Y añadí:
―Y, mientras, se va instalando el fracaso escolar en tu vida…
Estas dificultades para alcanzar los objetivos marcados por el sistema educativo, no se refieren solamente a los handicaps personales; también se refieren a la falta de capacidad de adaptación del sistema. Todo un mundo, por tanto. Ciertamente, el fracaso no es simplemente un fenómeno que refleja las diferencias de rendimiento entre el alumnado.
La idea que tenemos, por tanto, de fracaso escolar no está exenta de controversia. Sus diversos y complejos significados se relacionan con nuestra concepción de escuela y currículum, con el mundo de los valores, los que transmite la sociedad y los que proyecta la escuela y todo esto, además, en el marco de un determinado contexto.
Este es el caldo de cultivo de tantos debates en el seno de la educación. Por ejemplo, padres preocupados por temas como la cantidad de deberes necesarios para aprender, la cultura de la evaluación a través de exámenes como la única vía posible para el aprendizaje, o considerar la escuela como el único lugar donde se aprende.
¿Cuándo da esto la cara?
La pregunta de cuándo aparece el fracaso escolar es más profunda de lo que parece. Hay quienes señalan la Secundaria como el momento clave. Adolescentes poco adaptados serían los fracasados. Individuos desmotivados cuyas notas no superan los estándares establecidos.
Pero, hay quienes hablan también de la Educación Primaria. Tal vez los últimos años. En esta etapa se libra la batalla de los rudimentos para la etapa siguiente y hay quienes, incluso, señalan que se están poniendo las bases de una determinada forma de fracaso escolar de cara a la Secundaria, precisamente por el trato que se da a las capacidades básicas en la misma. Siempre se ha dicho que la Primaria sirve para aprender a leer y escribir BIEN y para aprender las operaciones aritméticas básicas de una manera SOLVENTE. Pero lo trágico es que hay mucha gente que en 6 años de Primaria no consiguen esto. ¿Qué hemos estado haciendo entonces?
El planteamiento de un currículum desenfocado puede ser un problema. Pero estamos, nuevamente, en el origen de la discusión con los dos adolescentes: “Este es el currículum que tenemos. No hay otro”.
Diferentes formas de enseñar y aprender
¿Puede ser enfocado este currículum idéntico para todos de múltiples formas? La respuesta es sí. ¿De quién depende esto? De los profesores (considerados éstos en un sentido amplio como la figura más trascendente del sistema educativo).
Me atrevo a dar, entonces, algunos consejos a los profesores en este sentido, fundamentalmente a aquellos preocupados por este tema y, sobre todo, a aquellos que quieren dar una respuesta al problema ante la urgencia que el mismo les plantea:
- Reflexionar incansablemente sobre el tema. Se ha dicho que el profesor es aquel profesional que reflexiona sobre su propia práctica. La reflexión evita la rutina. Abre los ojos ante los problemas. Permite mayores dosis de sensibilidad ante los mismos, lo que te lleva a hablar más del tema, a compartir, a leer, a preguntarte…
- Formarse incansablemente. La educación es uno de esos terrenos donde no todo está dicho. Lo pedagógico es lo normativo, pero no lo dogmático. Esto significa que podemos mejorar continuamente. Significa, además, que podemos hacer las cosas de formas muy diferentes a las actuales. E innovando encontrar caminos nuevos y soluciones que nos lleven a la esperanza.
- Actuar incansablemente. No soslayar el problema es decir mucho de uno mismo. Es, por encima de cualquier cosa, admitir una visión ética de la pedagogía, al mismo tiempo que técnica de la enseñanza. Mi consejo es: nunca dejes de intentarlo.
Hay muchas señales que ya estamos recibiendo que muestran que hay un problema.