Insistimos en que el fracaso escolar es un concepto complejo. Tan complejo que hay difícil unidad de criterio entre los expertos. Esto deja la puerta abierta a problemas de intervención, es decir, admitir distintas definiciones de fracaso escolar deja libre el terreno a todo tipo de iniciativas, desde aquellas que oscilan entre no hacer nada, hasta aquellas que se equivocan. Entre ellas están, también, las que aciertan en prevenir y tratar el problema correctamente. Esas dan en la diana.
Hemos discutido sobre la definición clásica que identifica a los fracasados escolares por medio de dos datos fundamentales: número de suspensos y alumnos que no acaban los estudios obligatorios. Este enfoque suele considerar a los alumnos como sujetos fundamentalmente responsables. Lo que se dice es elocuente, dejo aquí una muestra:
- Fracasados escolares son los que no estudian, los que suspenden.
- Si quiere aprobar que estudie más.
- Su problema es que no atiende en clase.
- Es meramente un charlatán en clase y sólo trabaja aquello que le gusta.
¿Por qué este enfoque no hace justicia al fracaso escolar?
Este enfoque ni hace justicia, ni permite la suficiente transparencia para la intervención certera. Es un enfoque, por otro lado, que exculpa siempre a los mismos: el sistema educativo y sus representantes. Cuando caes en la cuenta de esta tremenda injusticia, te dices a ti mismo:
¡Me obligan a estar hasta los 16 años entre estas paredes, estudiando en muchas ocasiones cosas sin sentido y a veces no se preocupan lo más mínimo por saber lo que pienso, ni cómo me siento!
Este enfoque que hace único responsable al alumno, ignora por completo los demás fracasos que se encuentran relacionados con este terrible problema. ¿Qué ocurre con la metodología de enseñanza que se usa en la escuela? ¿Cómo es el currículum que se enseña? ¿Qué entienden por «aprender» quienes enseñan? ¿Cómo organizan la escuela para que verdaderamente sea un ecosistema de aprendizaje?
Lo dicen los estudios: las metodologías activas y participativas previenen el fracaso escolar
Los estudios más recientes (Domingo y Martos, 2017) lo dicen claramente, otra cosa es que esto llegue a muchos centros educativos y que, igualmente, la Administración educativa de turno se dé por enterada y haga algo al respecto. No es el destino, es que no haciendo nada evitamos tener más trabajo.
Sin embargo, esta actitud ancla el problema y lo arrastra en el tiempo. Acabamos de cumplir 40 años de democracia en España y las cifras sobre fracaso escolar, las que hay colocan un 25% de media, punto arriba punto abajo, de forma lineal a través de todos estos años, sin variar drácticamente hacia la tasa de «fracaso cero», y colocando cifras de abandono prematuro del sistema alrededor del 19%, siendo ésta el doble de la Unión Europea.
¿Reformas educativas en España? Ciertamente las hubo, hasta tres generales del sistema educativo (LOGSE-1990, LOE-2006, LOMCE-2013), dos del PSOE y una del PP. Sin embargo, a tenor de los datos que se muestran estas reformas no han impactado suficientemente. A pesar de que la tendencia es bajista, según las previsiones, esa tendencia no la asegura nadie. Finalmente la tasa cero podría alcanzarse casi 100 años después de nuestra primera reforma en democracia, y eso es algo ya que podría ser declarado rumorología.
¿Qué «armas» poseen los centros educativos?
Los centros educativos poseen autonomía pedagógica para afrontar este importante reto. La interpretación que se hace de esta autonomía es dispar. Lo importante en sí mismo no es la autonomía, sino el contenido que se le da a la misma.
El estudio que he mencionado es claro en este sentido. Se trata de un estudio de caso, concretamente el Instituto de Educación Secundaria «El Palmeral» de Vera (Almería, España). Allí se presenta una medida de apoyo en contraste con la realidad del aula ordinaria.
¿Cuáles son las medidas para prevenir el fracaso escolar?
Esto precisamente tiene que ver con el contenido que se da a la autonomía pedagógica, o qué se hace desde la misma. Aprovechan la misma para:
- Reivindicar la flexibilización curricular.
- Personalizar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
- Y todo ello mediante metodologías activas y participativas y las altas expectativas sobre el alumnado.
Cuando se les atiende así a los alumnos, conluye el estudio, éstos experimentan un gran cambio.
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Para saber más
Domingo, J. y Martos, J.M. (2017). Prevención del fracaso escolar en educación secundaria en Andalucía desde la voz del profesorado: Estudio de caso. Revista Internacional de Educación para la Justicia Social (RIEJS) 6.1, 329-347. DOI: 10.15366/riejs2017.6.1.019.
